lunes, agosto 16

Bukowski, persiguiendo al dragón


Feliz cumpleaños número 90 Buk!!!





Me atrevería ha afirmar que las frases más famosas, el inicio de algún libro o historias universales se crearon bajo los efectos del alcohol, en un bar o en una esquina donde se derrumban los vagabundos. También que el estado etílico despierta pasiones y suelta la lengua más de lo debido, como si en ese estado recién uno podría decir “mírenme, yo también soy hermoso”. Alcohol y literatura siempre se llevaron de la mano, no sólo fue el caso de la Generación Perdida, ni de Vallejo o cuando Vargas Llosa publicaba algo bueno, nos remontaríamos a la época griega donde en honor a Baco se hacían fiestas interminables y se presentaban obras teatrales en su honor, o incluso antes.
 
El carácter se forja en el campo, y en el campo mueren los más valientes, o los más tontos. Personas que toda su vida se conforman con ser mediocres y otros que se levantan entre vísceras para decir “aún sigo vivo”. Bukowski es uno de estos casos raros, peleador, apostador crónico y sobre todo borracho. Vivió una vida muy al margen de lo considerado decente pero así fue feliz. Entre mujeres, cerveza y máquinas de escribir oxidadas escribió casi toda su obra. Mostró una sociedad en decadencia como la americana de la post guerra y la depresión económica. Escribió versos plagados de prostitutas y pájaros sedientos de whisky. En sus cuentos desarma al hombre, lo muestra demasiado humano y perverso como si no hubiera nada más bajo.
 
Charles Bukowski, cuyo nombre original era Heinrich Karl Bukowski, nació el verano de 1920 en la comuna de Andernach en Alemania. Su familia se mudó a USA luego de la debacle alemana por la primera guerra mundial. De niño fue maltratado por su padre y generó resentimiento hacia él, en palabras de Miller: Todos quieren matar a su padre alguna vez.
 
Sufrió de acné que le marcó el rostro como un queso suizo, lo que lo volvió hermitaño y duro desde adolescente. Relata en sus cuentos sus años en la escuela, como la enfermedad le impidió relacionarse con las mujeres de joven y la fealdad que él supo tenía marcada en su rostro. Se refugió desde joven en el alcohol y encontró su vocación entre botellas vacías, peleas con su padre, cigarros consumidos y eternas soledades: la escritura.
 
Tocar fondo es hermoso, la oscuridad trae la calma real, Bukowski lo sabía, la oscuridad es purulenta y la mínima luz es un resquebrajo de la realidad que sólo recuerda que detrás de ella las personas visten de traje y se vuelven semiautómatas hipnotizadas por una sociedad cada vez más cruel e hipócrita, donde se señalan con los dedos manchados de sangre unos a otros al lado de un cadáver.
 
Para muchos Bukowski es un escritor sobrevalorado, con personajes trillados y subnormales. Sus historias suelen ser violentas como en La máquina de follar donde el sexo con un robot es una de las pocas salidas para la soledad de su creador y al final termina por destruirlo. Para otros, como Sartre, era el mejor poeta de Estados Unidos. En un poema titulado Como ser un gran escritor Bukowski dice: “…quédate con la cerveza/la cerveza es continua sangre/ una amante continua”. Dejen a Bukowski sin alcohol y hubiéramos perdido a uno de los más grandes escritores del siglo pasado, déjenlo sin cerveza y no cabe duda que se hubiera suicidado.
 
Bukowski, con su realismo sucio es capaz de manchar nuestros ojos y aún así dejarnos con la sensación de estar leyendo algo bello, algo tan profundo como la vida y no la vida que se trata de comprar en una revista. En la que sus personajes toman personalidades lúdicas o desenfrenadas y sin querer podemos encontrarnos en éstos.
 
Una tarde llegó a su casa John Martín editor de Black Sparrow Press y le prometió 100 dólares de por vida a cambió que sólo se dedicara a escribir. Aquella tarde de 1969 Bukowski la recordaría con la siguiente frase: “tengo dos opciones, permanecer en la oficina de correos y volverme loco… o quedarme fuera y jugar a ser escritor y morirme de hambre. He decidido morir de hambre.”
 
Pasó a ser un autor de culto, muchos trataron y tratan de imitar su estilo furioso y desalmado pero fallan en el intento. Soez, desagradable, con un rostro marcado, se sentaba con su abultado vientre a dar entrevistas y eructar frente a una cámara. Tantas noches bebiendo, drogándose y escribiendo lo volvieron monumental. El chico malo de la Generación Beat era un impresentable pero nadie le quitaba ese misterio, esa admiración que generaba verlo aún en pie con su cerveza Miller y diciendo que la fama es la destructora más grande de todos los tiempos a un Sean Penn a sus pies.
 
Bukowski, como otros escritores, se dejó llevar por sus demonios interiores y a través del alcohol y otros vicios los catalizó hacia un papel, y allí los dejó, matándose unos a otros y muchas veces saltando a la vida misma, como un dragón que no quiere ser atrapado.

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