martes, agosto 17

Låt den rätte komma in, Let the right one in, Déjame entrar. Película de vampiros. (Descarga y Online)


El ocaso del crepúsculo


Hace un par de años fui a ver crepúsculo (con minúsculas nomás) al cine luego que una amiga me andara contando los libros de Stephanie Meyer por durante todo el ciclo de la universidad. Una historia sobre vampiros, hombres lobos y demás seres tomados de la mitología medieval. Había una relación de amor entre un vampiro y una humana, sangre y se realizaba en tiempos modernos. Nunca me gustaron los Best Sellers porque son los mejores vendidos mas nunca los mejores escritos y esta película estaba basada en la trilogía de Meyer. Todo es marketing y adaptarlas al cine con la actriz más buena como protagonista. Bueno, aquella noche fui al cine bien acompañado. Compré la canchita y la gaseosa de rigor y me senté a ver aquella película.

Pocas veces en mi vida me he arrepentido de perder el tiempo porque normalmente no hago nada. Salí del cine y  escuché a adolescentes hablar maravillas de la película, sobre lo guapo que era el protagonista, sobre las escenas de amor y acción. Yo aún no salía de mi estado de aturdimiento. ¿Había realmente visto la película del año como decía un slogan en el diario decano del Perú? Era una historia rosa, de aquellas que quieren tener un aire pop rock punkeke underground pero lo que consiguen es sólo un monumento más al despilfarro (con el hambre que hay en el mundo) y una película sólo comparable con una telenovela mexicana. Vampiros asexuados, sin maldad en el alma, sin ganas de chupar sangre, sin ganas de crear caos. Vampiros que se sientan a comer con un humano y no es el humano la cena. Vampiros que brillan ante el sol y no se queman, vampiros que uno cree que son la comunidad de los hobbits, todos felices, todos con ganas de salir al sol y cantar como los pitufos. La historia sólo me creó ganas de pegarle a mi amiga porque la curiosidad que me había creado fue la causante de que me sintiera tan estafado y no sólo me sentí estafado porque era día de semana y no martes y la entrada me había costado el doble o porque no le robé ni un beso a mi acompañante sino porque la nueva generación de mocosos emos y desubicados tenían semejante sorete como referencia al mundo de los vampiros. 

Entonces, como un rayo de esperanza cuando me sentía triste porque los vampiros que conocía como los que aparecían en Nosferatu o la hollywoodense Entrevista con el vampiro andaban en completa decandencia y pintándose los labios encontré en la red la película sueca Låt den rätte komma in (Let the right one in, Déjame entrar) estrenada en el mismo año que crepúsculo pero que jamás estaría en nuestra mediocre cartelera comercial. 

Debo admitir que no tenía muchas esperanzas cuando empecé a ver la película. No conocía casi nada del cine sueco y una película de vampiros salida de ese medio no me creaba mucha curiosidad pero allí la tenía, corriendo en el monitor.

¿Quién no suele recordar aquel amor de infancia o entrando en la adolescencia? ¿Quién no estuvo enamorado de su vecina? ¿Quién no recuerda su primer beso en momentos de cursilería? Está película logró remover toneladas de recuerdos dentro de mí, me dejó con la curiosidad por saber que fue de aquellas chicas que alguna vez en mi vida prematura había querido y las había sofocado con besos torpes. El director, Tomas Alfredson, nos muestra a Eli, una niña de 12 años que un día llega con su papá a vivir a un edificio donde conoce a Oscar, su vecino, con el que compartirá juegos y se sentirá muy cercana. Ahora, todo parecería un simple drama si no fuera porque Eli es un vampiro y su padre es un ser extraño que le consigue la sangre y ella se ve en la necesidad de conseguirla por sus medios cuando él no logra satisfacerla; pero lo hace del modo de la vieja escuela: asesinando, mordiendo fuerte el cuello de su víctima, manchándose todo el rostro con sangre, relamiéndose los labios frente al cadáver.

La película es por momentos sombría, por momentos romántica mostrando como los dos niños construyen una relación extraña y cercana al amor. Por momentos se vuelve visceral y nos mancha de rojo y nos hace recordar que los vampiros no son buenos, que son creaciones aberrantes y sólo pueden sobrevivir de la muerte y en muchos casos de la soledad.

El final de la película es fenomenal, nos deja con dudas y esperando una segunda parte que muy probablemente jamás se realice. La fotografía de la película es muy buena, al igual que las tomas y los silencios que se presentan.

Cerré la ventana de la película y me quedé con una ligera sonrisa en los labios. Que se vayan a tomar por donde quieran esos vampiros rosaditos y delicados. Que Eli aparezca y se los coma. El fin del cine de vampiros no está cerca sólo que nuestra cartelera tiene un glaucoma crónico. Déjame entrar rescata un género donde sólo falta alguno de las maricas de los Jonas Brothers de vampiro, le vuelve a dar aire nuevo aunque después venga la segunda y la tercera roca de Meyer para dejarnos un hematoma cerebral. Altamente recomendable para quienes andan tristes porque su vampiro se puso un corpiño y salió del closet, tengan cerca el mail de sus primeros amores porque después les dará ganas de saber de ellas.



Titulo: Let the Right One In (2008)
Genero: Drama, terror.
Idioma: Sueco, subtitulos en español por separados
Tamaño: 700 MB aprox
Formato: avi


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Subtítulos:

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Películas sobre Bukowski: Tales of ordinary madness (Ordinaria locura) (Descarga)

 
Película biográfica sobre Charles, nos acerca a un Bukowski más mundano y humano. Buenas actuaciones aunque por momentos se vuelve un poco lento.

Basada en las experiencias autobiográficas del escritor Charles Bukowski, cuenta cómo un poeta pasa su vida oscilando entre terribles borracheras y extravagantes mujeres de todo tipo. (FILMAFFINITY)


Título original: Storie di ordinaria follia
Año: 1981
Duración: 101 min
Datos del archivo: DVDRip Dual Eng-Esp + Subtitulo
Tamaño: 939 Mb

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lunes, agosto 16

Películas sobre Bukowski: Born into this (Documental)



Documental estrenado en el 2003 dirigida por John Dullaghanque narra la vida de Bukowski desde el relato de quienes lo conocieron y a través de sus escritos, nos acerca a un Charles más humano donde en un pasaje del documental lee un poema suyo “The Shower” y rompe en llanto por la separación con su mujer. Aparecen Bono, Sean Penn y Tom Waits.

Documental sobre la vida de Charles Bukowski, que nos enseña un poco más sobre sobre ésta y también su obra. De conocer ésta se pueden llegar a ver explicados ciertos capítulos de ella. (FILMAFFINITY)


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Pegados en la película.

Películas sobre Bukowski: Factótum (Descarga y Online)



Factótum, estrenada en el 2005, vuelve a presentar  a Hank Chinasky, alter ego supremo de Bukowski con todos sus manías y vicios, dirigida por Bent Hamer. Hank aparece en los libros "La senda del perdedor", "Hollywood", "Cartero","Factotum"o "Mujeres" así como en muchos relatos de Bukowski.

Hank Chinaski es escritor. Crea poemas y relatos que luego envía a revistas literarias, pero éstas siempre rechazan su trabajo. Para pagar las pensiones baratas en que malvive y su adicción al alcohol, acepta trabajos temporales como obrero, portero o taxista, aunque nunca dura demasiado en ellos. Sus motivaciones vitales no pasan por trabajar para tener dinero con el que comprar cosas caras; a él le gusta apostar en el hipódromo, amar apasionadamente a dos mujeres, Jan y Laura, a quienes les gusta tanto la bebida como a él, observar las pequeñas cosas y escribir, siempre escribir. Hank piensa que sólo se puede vivir de verdad si uno está dispuesto a llegar hasta el final, arriesgándolo todo sin saber si te vas a quedar solo y sin nada. Después de que Jan, su gran amor, le abandone por otro hombre, Hank recibe una inesperada llamada de una prestigiosa revista literaria. (FILMAFFINITY)

 

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Películas sobre Bukowski: Barfly (Descarga y Online)


Barfly (o El Borracho, título perfecto para algo que involucre a Bukowski), es una película de 1987 basado en un guión del mismo Bukowski, donde Mickey Burke interpreta a Hank Chinasky (alter ego de Bukowski). Película semi biográfica de Charles dirigida por Barbet Schroeder.

Joven escritor alcohólico y genial, Henry Chinaski pasa su vida en los bares. Su preferido es el "Golden Horn", frecuentado por un variado grupo de vagabundos, prostitutas y otros desechos de la sociedad. Henry se lleva muy bien con Jim, el barman de día, pero discute frecuentemente con el barman de noche, Eddie, iracundo y fanfarrón. Sus peleas son objeto de apuestas por parte de sus clientes. Cuando gana, Henry gasta su dinero recorriendo el resto de bares del barrio. Así es cómo encuentra a Wanda, una mujer todavía bella y tan alcohólica como él. (FILMAFFINITY)


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Textos de Bukowski: libros completos para descargar



Les traigo la obra de Bukowski para descargar, algunos escritos no he podido encontrarlos en la red.

Libros: (Todos los que escribió, en el link de descarga no está Hollywood)

El cartero 
Factotum
La senda del perdedor
Mujeres
Pulp
Hollywood 

Textos de Bukowski: Poesía



ah, sí

existen cosas peores que
estar solo
pero a menudo lleva décadas
darse cuenta
y la mayoría de las veces
cuando lo haces
es demasiado tarde
y no hay nada más terrible
que
demasiado tarde.


amor

gas, dijo él, ámame
bésame
besa mis labios
besa mi pelo
mis dedos
mis ojos, mi cerebro
hazme olvidar.
gas, dijo él, ámame
él tenia una habitación en el tercer piso
rechazado por una docena de mujeres
35 editores
y media docena de agencias de empleo
y no digo que él fuera nada
bueno
abrió todos las fogones
sin encenderlos
y se fue a la cama
algunas horas más tarde un tipo
yendo a la habitación 309
encendió un cigarrillo en el
hall
y un sofá voló por la ventana
una pared estallo como arena húmeda
una llama purpura ardió a 20 metros en el aire
el tipo en la cama no lo supo, ni le importo
pero tengo que decir que él
estuvo bastante bien
ese día. 


abraza la oscuridad

la confusión es el dios
la locura es el dios
la paz permanente de la vida
es la paz permanente de la muerte.
La agonía puede matar
o puede sustentar la vida
pero la paz es siempre horrible
la paz es la peor cosa
caminando
hablando
sonriendo
pareciendo ser.
no olvides las aceras,
las putas,
la traición,
el gusano en la manzana,
los bares, las cárceles
los suicidios de los amantes.
aquí en Estados Unidos
hemos asesinado a un presidente y a su hermano,
otro presidente ha tenido que dejar el cargo.
La gente que cree en la política
es como la gente que cree en dios:
sorben aire con pajitas
torcidas
no hay dios
no hay política
no hay paz
no hay amor
no hay control
no hay planes
mantente alejado de dios
permanece angustiado
deslízate.


azul no
 
ella me llamo desde lejos,
"nunca podía discutir con vos",
me dijo,
"siempre te ibas.
mi esposo no es así,
se me pega como plasticola.
y me golpea".
"nunca creí en las discusiones",
dije, "no hay nada que discutir".
"estás equivocado", dijo ella, "deberías
tratar de comunicarte".
"comunicar es una palabra abusada, como
amor", le dije.
"¿pero no crees que dos personas pueden
amar?", preguntó.
"no si tratan de comunicarse",
le contesté.
"estás hablando como un tonto",
dijo ella.
"estamos discutiendo",
dije.
"no", dijo ella, "estamos tratando de
comunicarnos".
"me tengo que ir", dije.
corté y descolgué el teléfono.
me quedé mirándolo.
lo que ellas no entendían era que
a veces no hay nada que salvar
excepto la reivindicación personal del
propio punto de vista
y que eso era lo que iba a causar
ese flash blanco y cegador
uno de estos días.


pájaro azul

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
hacerme un lío?
¿es que quieres joder
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?

hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.

luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?


cuando pienso en mi muerte

pienso en automóviles estacionados en un
estacionamiento
cuando pienso en mi muerte
pienso en sartenes
cuando pienso en mi muerte
pienso que alguien te hace el amor
cuando no estoy
cuando pienso en mi muerte
tengo problemas para respirar
cuando pienso en mi muerte
pienso en toda la gente que espera morir
cuando pienso en mi muerte
pienso que no podré tomar agua nunca más
cuando pienso en mi muerte
el aire se vuelve completamente blanco
las cucarachas en mi cocina
tiemblan
y pienso que alguien tendrá que tirar
mi ropa interior limpia y sucia
muy lejos. 


bien, así es la cosa…

a veces cuando todo parece ir de mal
en peor
cuando todo conspira
y corroe
y las horas, días, semanas
años
parecen desperdiciados-
tendido sobre mi cama
en la oscuridad
mirando hacia el techo
concibo lo que muchos considerarán un
detestable pensamiento:
aún es agradable ser Bukowski.

Textos de Bukowski: Cuentos




La chica más guapa de la ciudad

Cass era la más joven y la más guapa de cinco hermanas. Cass era la chica más guapa de la ciudad. Medio india, con un cuerpo flexible y extraño, un cuerpo fiero v serpentino y ojos a juego. Cass era fuego móvil y fluido. Era como un espíritu embutido en una forma incapaz de contenerlo. Su pelo era negro y largo, y sedoso y se movía y se retorcía igual que su cuerpo. Cass estaba siempre muy alegre o muy deprimida. Para ella no había término medio. Algunos decían que estaba loca. Lo decían los tontos. A los hombres Cass les parecía simplemente una máquina sexual y no se preocupaban de si estaba loca o no. Y Cass bailaba y coqueteaba y besaba a los hombres pero, salvo un caso o dos, cuando llegaba la hora de hacerlo, Cass se evadía de algún modo, los eludía.
Sus hermanas la acusaban de desperdiciar su belleza, de no utilizar lo bastante su inteligencia, pero Cass poseía inteligencia y espíritu; pintaba, bailaba, cantaba, hacía objetos de arcilla, y cuando la gente estaba herida, en el espíritu o en la carne, a Cass le daba una pena tremenda. Su mente era distinta y nada más; sencillamente, no era práctica. Sus hermanas la envidiaban porque atraía a sus hombres, y andaban rabiosísimas porque creían que no sacaba todo el partido posible. Tenía la costumbre de ser buena y amable con los feos; los hombres considerados guapos le repugnaban: `No tienen agallas -decía ella-. No tienen nervio. Confían siempre en sus orejitas perfectas y en sus narices torneadas... todo fachada y nada dentro...` Tenía un carácter rayano en la locura; un carácter que algunos calificaban de locura.

Su padre había muerto del alcohol y su madre se había largado dejando solas a las chicas. Las chicas se fueron con una pariente que las metió en un colegio de monjas. El colegio había sido un lugar triste, más para Cass que para sus hermanas. Las chicas envidiaban a Cass y Cass se peleó con casi todas. Tenía señales de cuchillas por todo el brazo izquierdo, de defenderse en dos peleas. Tenía también una cicatriz imborrable que le cruzaba la mejilla izquierda; pero la cicatriz, en vez de disminuir su belleza, parecía, por el contrario, realzarla.

Yo la conocí en el bar West End unas noches después de que la soltaran del convento. Al ser la más joven, fue la última hermana que soltaron. Sencillamente entró y se sentó a mi lado. Yo quizá sea el hombre más feo de la ciudad, y puede que esto tuviese algo que ver con el asunto.

- ¿Tomas algo? -pregunté.
- Claro, ¿por qué no?

No creo que hubiese nada especial en nuestra conversación esa noche, era sólo el sentimiento que Cass transmitía. Me había elegido y no había más. Ninguna presión. Le gustó la bebida y bebió mucho. No parecía tener la edad, pero de todos modos le sirvieron. Quizás hubiese falsificado el carnet de identidad, no sé. En fin, lo cierto es que cada vez que volvía del retrete v se sentaba a mi lado yo sentía cierto orgullo. 
No sólo era la mujer más bella de la ciudad, sino también una de las más bellas que yo había visto en mi vida. Le eché el brazo a la cintura y la besé una vez.

- ¿Crees que soy bonita? - preguntó.
- Sí, desde luego. Paro hay algo más... algo más que tu apariencia...
- La gente anda siempre acusándome de ser bonita. ¿Crees de veras que soy bonita?
- Bonita no es la palabra, no te hace justicia.

Buscó en su bolso. Creí que buscaba el pañuelo. Sacó un alfiler de sombrero muy largo. Antes de que pudiera impedírselo se había atravesado la nariz con él, de lado a lado, justo sobre las ventanillas. Sentí repugnancia y horror. Ella me miró y se echó a reír.

- ¿Crees ahora que soy bonita? ¿Qué piensas ahora, eh?

Saqué el alfiler y puse mí pañuelo sobre la herida. Algunas personas, incluido el encargado, habían observado la escena. El encargado se acercó.

- Mira -dijo a Cass-, si vuelves a hacer eso te echo. Aquí no necesitamos tus exhibiciones.
- ¡Vete a la mierda, amigo! -dijo ella.
- Será mejor que la controles -me dijo el encargado.
- No te preocupes -dije yo.
- Es mi nariz -dijo Cass-, puedo hacer lo que quiera con ella.
- No -dije-, a mí me duele.
- ¿Quieres decir que te duele a ti cuando me clavo un alfiler en la nariz?
- Sí, me duele, de veras.
- De acuerdo, no lo volveré a hacer. Ánimo.

Me besó, pero como riéndose un poco en medio del beso y sin soltar el pañuelo de la nariz. Cuando cerraron nos fuimos a donde vivía. Tenía un poco de cerveza y nos sentamos a charlar. Fue entonces cuando pude apreciar que era una persona que rebosaba bondad y cariño. Se entregaba sin saberlo. Al mismo tiempo retrocedía a zonas de descontrol e incoherencia. Esquizoide. Una esquizo hermosa y espiritual. Quizás algún hombre, algo, acabase destruyéndola para siempre. Espetaba no ser yo.
Nos fuimos a la cama y cuando apagué las luces me preguntó:

- ¿Cuándo quieres hacerlo, ahora o por la mañana?
- Por la mañana -dije, y me di la vuelta.

Por la mañana me levanté, hice un par de cafés y le llevé uno la cama.
Se echó a reír.

- Eres el primer hombre que conozco que no ha querido hacerlo por la noche.
- No hay problema -dije-. En realidad no tenemos por qué hacerlo.
- No, espera, ahora quiero yo. Déjame que me refresque un poco.

Se fue al baño. Salió en seguida, realmente maravillosa, largo pelo negro resplandeciente, ojos y labios resplandecientes, toda resplandor... Se desperezó sosegadamente, buena cosa. Se metió en la cama.
- Ven, amor.
Fui.

Besaba con abandono, pero sin prisa. Dejé que mis manos recorriesen su cuerpo, acariciasen su pelo. La monté. Su carne era cálida y prieta. Empecé a moverme despacio y queriendo que durara. Ella me miraba a los ojos.

- ¿Cómo te llamas? -pregunté.
- ¿Qué diablos importa? -preguntó ella.

Solté una carcajada y seguí. Después se vistió y la llevé en coche al bar, pero era difícil olvidarla. Yo no trabajaba y dormí hasta las dos y luego me levanté y leí el periódico. Cuando estaba en la bañera, entró ella con una gran hoja: una oreja de elefante.
- Sabía que estabas en la bañera -dijo-, así que te traje algo para tapar esa cosa, hijo de la naturaleza.

Y me echó encima, en la bañera, la hoja de elefante.

- ¿Cómo sabías que estaba en la bañera?
- Lo sabía.

Cass llegaba casi todos los días cuando yo estaba en la bañera. No era siempre la misma hora, pero raras veces fallaba, y traía la hoja de elefante. Y luego hacíamos el amor.

Telefoneó una o dos noches y tuve que sacarla de la cárcel por borrachera y pelea pagando la fianza.

- Esos hijos de puta -decía-, sólo porque te pagan unas copas creen que pueden echarte mano a las bragas.
- La culpa la tienes tú por aceptar la copa.
- Yo creía que se interesaban por mí, no sólo por mi cuerpo.
- A mí me interesas tú y tu cuerpo. Pero dudo que la mayoría de los hombres puedan ver más allá de tu cuerpo.

Dejé la ciudad y estuve fuera seis meses, anduve vagabuneando; volví. No había olvidado a Cass ni un momento, pero habíamos tenido algún tipo de discusión y además yo tenía ganas ponerme en marcha, y cuando volví pensé que se habría ido; pero no llevaba sentado treinta minutos en el bar West End cuando ella llegó y se sentó a mi lado.

- Vaya, cabrón, has vuelto.

Pedí un trago para ella. Luego la miré. Llevaba un vestido de cuello alto. Nunca la había visto vestida así. Y debajo de cada ojo, clavado, llevaba un alfiler de cabeza de cristal. Sólo se podían ver las cabezas de los alfileres, pero los alfileres estaban clavados.

- Maldita sea, aún sigues intentando destruir tu belleza...
- No, no seas tonto, es la moda.
- Estás chiflada.
- Te he echado de menos -dijo.
- ¿Hay otro?
- No, no hay ninguno. Sólo tú. Pero ahora hago la vida. Cobro diez billetes. Pero para ti es gratis.
- Sácate esos alfileres.
- No, es la moda.
- Me hace muy desgraciado.
- ¿Estás seguro?
- Sí, mierda, estoy seguro.

Se sacó lentamente los alfileres y los guardó en el bolso.

- ¿Por qué estropeas tu belleza? -pregunté-. ¿Por qué no aceptas vivir con ella sin más?
- Porque la gente cree que es todo lo que tengo. La belleza no es nada. La belleza no permanece. No sabes la suerte que tienes siendo feo, porque si le agradas a alguien sabes que es por otra cosa.
- Vale -dije-, tengo mucha suerte.
- No quiero decir que seas feo. Sólo que la gente cree que lo eres. Tienes una cara fascinante.
- Gracias.

Tomamos otra copa.

- ¿Qué andas haciendo? -preguntó.
- Nada. No soy capaz de apegarme a nada. Nada me interesa.
- A mí tampoco. Si fueses mujer podrías ser puta.
- No creo que quisiese establecer un contacto tan íntimo con tantos extraños. Debe ser un fastidio.
- Tienes razón, es fastidioso, todo es fastidioso.

Salimos juntos. Por la calle, la gente aún miraba a Cass.

Aún era una mujer hermosa, quizá más que nunca. Fuimos a casa y abrí una botella de vino y hablamos. A Cass y a mí, siempre nos era fácil hablar. Ella hablaba un rato yo escuchaba y luego hablaba yo. Nuestra conversación fluía fácil, sin tensión. Era corno si descubriésemos secretos juntos. Cuando descubríamos uno bueno, Cass se reía con aquella risa... de aquella manera que sólo ella podía reírse. Era como el gozo del fuego. Y durante la charla nos besábamos y nos arrimábamos. Nos pusimos muy calientes y decidimos irnos a la cama. Fue entonces cuando Cass se quitó aquel vestido de cuello alto y lo vi... vi la mellada y horrible cicatriz que le cruzaba el cuello. Era grande y ancha.

- Maldita sea, condenada, ¿qué has hecho? -dije desde la cama.
- Lo intenté con una botella rota una noche. ¿Ya no te gusto? ¿Soy bonita aún?

La arrastré a la cama y la besé. Me empujó y se echó a reír:

- Algunos me pagan los diez y luego, cuando me desvisto no quieren hacerlo. Yo me quedo los diez. Es muy divertido.
- Sí -dije-, no puedo parar de reír... Cass, zorra, te amo... deja de destruirte; eres la mujer con más vida que conozco.

Volvimos a besarnos. Cass lloraba en silencio. Sentí las lágrimas. Sentí aquel pelo largo y negro tendido bajo mí como una bandera de muerte. Disfrutamos e hicimos un amor lento y sombrío y maravilloso.
Por la mañana, Cass estaba levantada haciendo el desayuno. Parecía muy tranquila y feliz. Cantaba. Yo me quedé en la cama gozando su felicidad. Por fin; vino y me zarandeó:
- ¡Arriba, cabrón! ¡Chapúzate con agua fría la cara y la polla y ven a disfrutar del banquete!
Ese día la llevé en coche a la playa. No era un día de fiesta y aún no era verano, todo estaba espléndidamente desierto. Vagabundos playeros en andrajos dormían en la arena. Había otros sentados en bancos de piedra compartiendo una botella solitaria. Las gaviotas revoloteaban, estúpidas pero distraídas. Ancianas de setenta y ochenta, sentadas en los bancos, discutían ventas de fincas dejadas por maridos asesinados mucho tiempo atrás por la angustia y la estupidez de la supervivencia. Había paz en el aíre. Nos besamos y estuvimos tumbados por allí y no hablamos mucho. Era agradable simplemente estar juntos. 

Compré bocadillos, patatas fritas y bebidas y nos sentamos a beber en la arena. Luego abracé a Cass y dormimos así abrazados un rato. Era mejor que hacer el amor. Era como un fluir juntos sin tensión. Luego volvimos a casa en mi coche y preparé la cena. Después de cenar, sugerí a Cass que viviésemos juntos. Se quedó mucho rato mirándome y luego dijo lentamente: `No`. La llevé de nuevo al bar, le pagué una copa y me fui.

Al día siguiente, encontré un trabajo como empaquetador en una fábrica y trabajé todo lo que quedaba de semana. Estaba demasiado cansado para andar mucho por ahí, pero el viernes por la noche me acerqué al West End. Me senté y esperé a Cass. Pasaron horas. Cuando estaba ya bastante borracho, me dijo el encargado.

-Siento lo de tu amiga.
-¿El qué? pregunté.
-Lo siento. ¿No lo sabias?
-No.
-Suicidio, la enterraron ayer.
-¿Enterrada? -pregunté.

Parecía como si fuese a aparecer en la puerta de un momento a otro, ¿cómo podía haber muerto?

-La enterraron las hermanas.
-¿Un suicidio? ¿Cómo fue?
-Se cortó el cuello.
-Ya. Dame otro trago.

Estuve bebiendo allí hasta que cerraron. Cass, la más bella de las cinco hermanas, la chica más guapa de la ciudad. Conseguí conducir hasta casa sin poder dejar de pensar que debería haber insistido en que se quedara conmigo en vez de aceptar aquel `no`. Todo en ella había indicado que le pasaba algo. Yo sencillamente había sido demasiado insensible, demasiado despreocupado. Me merecía mi muerte y la de ella. Era un perro. No, ¿por qué acusar a los perros? Me levanté, busqué una botella de vino, bebí lúgubremente. Cass, la chica más guapa de la ciudad muerta a los veinte años.

Fuera, alguien tocaba la bocina de un coche. Unos bocinazos escandalosos, persistentes. Dejé la botella y aullé: `MALDITO SEAS, CONDENADO HIJO DE PUTA, CALLATE YA!`.

Y seguía avanzándo la noche y yo nada podía hacer.

Bukowski, entrevista con Sean Penn

Entrevista aparecida en Interview en el año 1987.

Bukowski con Sean Penn y Madonna

Bares:
"Ya no voy mucho a bares. Saqué eso de mi sistema. Ahora, cuando entro a un bar, siento náuseas. Estuve en demasiados, es apabullante. Son para cuando uno es más joven: todo eso de irse a las manos con un tipo, hacerse el macho, levantarse chicas. A mi edad, ya no lo necesito. Hoy sólo entro a los bares para mear. A veces cruzo la puerta y empiezo a vomitar".

El alcohol:
"El alcohol es probablemente una de las mejores cosas que han llegado a esta tierra, además de mí. Entonces nos llevamos bien. Es destructivo para la mayoría de la gente, pero yo soy un caso aparte. Hago todo mi trabajo creativo cuando estoy intoxicado. Incluso me ha ayudado con las mujeres. Siempre fui reticente durante el sexo, y el alcohol me ha permitido ser más libre en la cama. Es una liberación porque básicamente yo soy una persona tímida e introvertida, y el alcohol me permite ser este héroe que atraviesa el espacio y el tiempo, haciendo un montón de cosas atrevidas... Entonces el alcohol me gusta, cómo no".

Fumar:
 "Me gusta fumar. El cigarrillo y el alcohol se equilibran. Yo solía despertarme de una borrachera y había fumado tanto que mis dos manos estaban amarillas, casi marrones, como si tuviera puestos guantes. Y me preguntaba: '¡Mierda! ¿Cómo se verán mis pulmones?'".

Pelear:
"La mejor sensación es cuando golpeas a un tipo que no se supone que puedas golpear. Una vez me metí con un tipo, me estaba insultando. Le dije: 'Bueno, adelante'. No tuve ningún problema, le gané la pelea fácilmente. Estaba tirado en el piso. Tenía la nariz ensangrentada. Me dijo: 'Jesús, te mueves siempre tan lentamente que pensé que serías fácil. Y cuando empezó la condenada pelea, ya no podía ver tus manos, te volviste tan rápido. ¿Qué pasó?'. Le dije: 'No sé, hombre. Así son las cosas. Uno ahorra para cuando tiene que usarlo'".

Los gatos:
"Es bueno tener un montón de gatos alrededor. Si uno se siente mal, mira a los gatos y se siente mejor, porque ellos saben que las cosas son como son. No hay por qué entusiasmarse y ellos lo saben. Por eso son salvadores. Cuantos más gatos uno tenga, más tiempo vivirá. Si tienes cien gatos, vivirás diez veces más que si tienes diez. Algún día esto será descubierto: la gente tendrá mil gatos y vivirá para siempre. Realmente es ridículo".

Las mujeres y el sexo:
"Yo las llamo máquinas de quejarse. Las cosas con un tipo nunca están bien para ellas. Y cuando me tiran toda esa histeria... Tengo que salir, agarrar el auto e irme. A cualquier parte. Tomar una taza de café en algún lado. En cualquier lado. Cualquier cosa menos otra mujer. Supongo que están construidas de diferente manera, ¿no? Cuando la histeria empieza, se acaba todo. Uno se tiene que ir, ellas no entienden por qué. '¿Adónde vas?', te gritan. '¡Me voy a la mierda, nena!'. Piensan que soy un misógino, pero no es verdad. Es puro boca a boca. Escuchan que Bukowski es 'un cerdo macho chauvinista', pero no chequean la fuente. Seguro, a veces pinto una mala imagen de las mujeres en mis cuentos, pero con los hombres hago lo mismo. Incluso yo salgo mal parado muchas veces. Si realmente pienso que algo es malo, digo que es malo, sea hombre, mujer, niño o perro. Las mujeres son tan quisquillosas, piensan que me las agarro con ellas en particular. Ése es su problema".

La primera vez:
"Mi primera vez fue la más rara. No sabía cómo hacerlo, y ella me enseñó a chuparle la concha y todas esas cosas de coger. Me acuerdo de que me decía: 'Hank, eres un buen escritor, pero no sabes una mierda sobre las mujeres'. '¿Qué quieres decir? Estuve con un montón de mujeres.' 'No, no sabes nada. Déjame enseñarte algunas cosas.' Le dije que bueno y ella: 'Eres buen estudiante, entiendes rápido'. Eso fue todo. (Está un poco avergonzado. No por los detalles sino por el sentimentalismo del recuerdo.) Pero todo ese asunto de chupar conchas se puede poner un poco servil. Me gusta hacerlas gozar, pero... Todo está sobrevalorado. El sexo sólo es una gran cosa cuando no lo haces".

El sexo antes del sida (y su casamiento): 
Yo nada más entraba y salía de entre las sábanas. No sé, era como un trance, un trance de coger. Y las mujeres... uno les decía algo, las tomaba de la muñeca, 'vamos, nena', las guiaba hasta el dormitorio y se las cogía. Cuando uno entra en el ritmo, sigue adelante. Hay un montón de mujeres solitarias allá afuera. Son lindas, pero no se saben conectar. Están sentadas solas, van al trabajo, vuelven a la casa... es algo maravilloso para ellas que un tipo se les aparezca. Y si se sienta cerca, bebe y habla, es entretenimiento. Estuvo bien, tuve suerte. Las mujeres modernas... no te cosen los botones".

Escribir:
"Escribí un cuento desde el punto de vista de un violador de una niña muy pequeña. Y la gente me acusó. Me hicieron entrevistas. Decían: '¿Le gusta violar a niñitas?'. Dije: 'Por supuesto que no. Estoy fotografiando la vida'. Me metí en problemas con montones de cosas. Pero, por otro lado, los problemas venden libros. Pero, en última instancia, escribo para mí. (Da una larga pitada a su cigarrillo.) Es así. La pitada es para mí, la ceniza es para el cenicero. Eso es publicar. Nunca escribo de día. Es como ir al supermercado desnudo. Todo el mundo te puede ver. De noche es cuando se sacan los trucos de la manga... la magia".

La poesía:
"Siempre recuerdo que, en el patio de la escuela, cuando aparecía la palabra 'poeta' o 'poesía', todos los pendejos se reían y se burlaban. Puedo ver por qué: es un producto falso. Ha sido falso y snob y endogámico por siglos. Es ultradelicado, sobreapreciado. Es un montón de mierda. Durante siglos, la poesía es casi basura total. Es una farsa. Ha habido grandes poetas, no me entienda mal. Hay un poeta chino llamado Li Po. Podía poner más sentimiento, realismo y pasión en cuatro o cinco sencillas líneas que la mayoría de los poetas en sus doce o trece páginas de mierda. Y bebía vino también. Solía quemar sus poemas, navegar por el río y beber vino. Los emperadores lo amaban porque podían entender lo que decía. Por supuesto, sólo quemó sus poemas malos. Lo que yo quise hacer, si me disculpa, es incorporar el punto de vista de los obreros sobre la vida... los gritos de sus esposas que los esperan cuando vuelven del trabajo. Las realidades básicas de la existencia del hombre común... algo que pocas veces se menciona en la poesía desde hace siglos. Mejor, que quede registrado que dije que la poesía es una mierda desde hace siglos. Y una vergüenza".

Céline:
"La primera vez que leí a Céline, me fui a la cama con una caja grande de galletitas Ritz. Empecé a leerle y me comía una galletita Ritz, me reía, me comía una Ritz, leía. Leí la novela entera de un tirón y me terminé la caja de galletitas. Y me levanté y tomé agua. Tendrías que haberme visto. No me podía mover. Eso es lo que un buen escritor te puede hacer. Casi te puede matar. Un mal escritor puede hacerlo, también".
Shakespeare:
"Es ilegible y está sobrevalorado. Pero la gente no quiere escuchar esto. Uno no puede atacar templos. Ha sido fijado a lo largo de los siglos. Uno puede decir que tal es un pésimo actor, pero no puede decir que Shakespeare es mierda. Cuando algo dura mucho tiempo, los snobs empiezan a aferrarse a él, como ventosas. Cuando los snobs sienten que algo es seguro, se aferran. Pero si les decís la verdad, se ponen salvajes. No pueden soportarlo. Es atacar su propio proceso de pensamiento. Me desagradan".

Su material de lectura favorito:
 "Leí en el The National Enquirer una nota titulada '¿Es su marido homosexual?'. Linda me dijo: '¡Tienes voz de marica!'. Yo dije: 'Oh, sí, siempre me lo pregunté'. Ese artículo decía: '¿Su marido se depila las cejas?'. Y yo pensé, mierda, lo hago todo el tiempo. Ahora sé lo que soy. Me depilo las cejas, soy un puto. Es muy amable de parte de The National Enquirer decirme lo que soy".

El humor y la muerte:
"El último gran humorista era un tipo llamado James Thurber. Pero su humor era tan magnífico que tuvieron que ignorarlo. Este tipo era, podría decirse, un psiquiatra de las edades. Tenía algo ambiguo, hombre-mujer, veía cosas. Era sanador. Su humor era tan real que uno gritaba de risa, era como una liberación frenética. Aparte de Thurber, no puedo pensar en nadie... Yo tengo algo de humorista, pero no como él. No llamo humor a lo que tengo, lo llamo un 'filo cómico'. Estoy colgado en eso. Casi todo lo que pasa es ridículo. Cagamos todos los días. Eso es ridículo, ¿no te parece? Tenemos que seguir meando, poniendo comida en nuestras bocas, nos sale cera de los oídos. Tenemos que rascarnos. Cosas feas y tontas, ¿o no? Las tetas no sirven para nada, salvo...".

Nosotros:
"La verdad es que somos monstruosidades. Si pudiéramos vernos, podríamos amarnos, darnos cuenta de lo ridículos que somos, con nuestros intestinos retorcidos por los que se desliza lentamente la mierda mientras nos miramos a los ojos y decimos: 'Te amo'. Nos carbonizamos y producimos mierda, pero no nos tiramos pedos cerca del otro. Todo tiene un filo cómico".

Ganar:
"Y después nos morimos. Pero la muerte no nos ha ganado. No ha mostrado ninguna credencial. Nosotros hemos mostrado todas las credenciales. Con el nacimiento, ¿nos ganamos la vida? No realmente, pero de seguro la hija de puta nos tiene atrapados... La muerte me provoca resentimiento, la vida también, y mucho más estar atrapado entre las dos. ¿Sabés cuantas veces intenté suicidarme? Dame tiempo, sólo tengo 66 años. Sigo trabajando en eso. Cuando uno tiene tendencias suicidas, nada lo molesta, excepto perder en las carreras de caballos. ¿Por qué será? A lo mejor porque uno usa su mente en las carreras, no su corazón. Pero nunca cabalgué. No estoy muy interesado en el caballo sino en el proceso de acertar o no, selectivamente".

Las carreras:
"Traté de ganarme la vida con las carreras por un tiempo. Es doloroso. Es vigorizante. Todo está al límite, el alquiler, todo. Pero uno tiende a ser cuidadoso. Una vez estaba sentado en una curva. Había doce caballos en la carrera y estaban todos amontonados. Parecía un gran ataque. Todo lo que veía era esos grandes culos de caballo subiendo y bajando. Parecían salvajes. Miré esos culos de caballos y pensé: 'Esto es una locura total'. Pero hay otros días en los que ganas cuatrocientos o quinientos dólares, ganas ocho o nueve carreras al hilo, y te sientes Dios, como si lo supieras todo. Y todo queda en su lugar".

La gente:
"No miro mucho a la gente. Es perturbador. Dicen que si miras mucho a otra persona, te empiezas a parecer a ella. Pobre Linda. La mayoría de las veces me la puedo pasar sin la gente. La gente no me llena, me vacía. No respeto a nadie. Tengo un problema en ese sentido. Estoy mintiendo pero, créeme, es verdad".

La fama:
"Es destructora. Es una puta, una perra, la destructora más grande de todos los tiempos. A mí me tocó la mejor parte porque soy famoso en Europa y desconocido aquí, en Estados Unidos. Soy uno de los hombres más afortunados. La fama es terrible. Es una media en una escala del denominador común, la meten trabajando a un nivel bajo. No tiene valor. Una audiencia selecta es mucho mejor".

La soledad:
"Nunca me sentí solo. He estado en una habitación, me he sentido suicida. Estuve deprimido, me he sentido horrible más allá de lo descriptible, pero nunca pensé que una persona podía entrar a una habitación y curarme. Ni varias personas. En otras palabras, la soledad no es algo que me molesta porque siempre tuve este terrible deseo de estar solo. Siento la soledad cuando estoy en una fiesta, o en un estadio lleno de gente vitoreando algo. Citaré a Ibsen: 'Los hombres más fuertes son los más solitarios'. Nunca pensé: 'Bueno, ahora va a entrar una rubia hermosa y vamos a coger, y me va a frotar los huevos, y me voy a sentir bien'. No, eso no iba a ayudar. Viste cómo piensa la gente común: 'Wow, es viernes en la noche, ¿qué vamos a hacer? ¿Quedarnos acá sentados?'. Bueno, sí. Porque no hay nada allá afuera. Es estupidez. Gente estúpida mezclándose con gente estúpida. Que se estupidicen entre ellos. Nunca tuve la ansiedad de lanzarme a la noche. Me escondía en bares porque no quería esconderme en fábricas. Eso es todo. Les pido perdón a los millones, pero nunca me sentí solo. Me gusta estar conmigo mismo. Soy la mejor forma de entretenimiento que puedo encontrar".

El tiempo libre:
"Es muy importante tener tiempo libre. Hay que parar por completo y no hacer nada por largos períodos para no perderlo todo. Seas un actor o una ama de casa, cualquier cosa, tiene que haber grandes pausas en las que no haces nada. Uno se tira en una cama a mirar el techo. Hacer nada es muy, muy importante. ¿Y cuánta gente lo hace en la sociedad moderna? Muy poca. Por eso la mayoría está totalmente loca, frustrada, enojada y odiosa. Antes de casarme, o de conocer a muchas mujeres, bajaba las cortinas y me metía en la cama por tres o cuatro días. Me levantaba para cagar y para comer una lata de frijoles. Después me vestía y salía a la calle, y el sol brillaba y los sonidos eran maravillosos. Me sentía poderoso, como una batería recargada. Pero, ¿sabés qué me tiraba abajo? El primer rostro humano que veía en la vereda. Esa cara nomás me hacía perder la mitad de la carga. Esta cara monstruosa, sin expresión, tonta, sin sentimientos, cargada de capitalismo. Pero aún así valía la pena, me quedaba la mitad de la carga todavía. Por eso el tiempo libre es importante. Y no digo tomarse tiempo para tener pensamientos profundos. Hablo de no pensar en absoluto. Sin pensamientos de progreso, sin pensamientos sobre uno mismo. Sólo ser un haragán. Es hermoso".

La belleza:
"No existe algo como la belleza, especialmente en un rostro humano, eso que llamamos fisonomía. Todo es un imaginado y matemático alineamiento de rasgos. Por ejemplo, si la nariz no sobresale mucho, si los costados están bien, si las orejas no son demasiado grandes, si el cabello no es demasiado largo. Es una mirada generalizadora. La gente piensa que ciertos rostros son hermosos, pero, realmente, no lo son. La verdadera belleza, por supuesto, viene de la personalidad. No tiene nada que ver con la forma de las cejas. Me dicen de tantas mujeres que son hermosas... pero cuando las veo, es como mirar un plato de sopa".

La fealdad:
"No existe. Hay algo llamado deformidad, pero la simple fealdad no existe. He dicho".

Érase una vez:
"Era invierno, yo me estaba muriendo de hambre intentando ser escritor en Nueva York. No había comido en tres o cuatro días. Así que finalmente dije: 'Me voy a comer una gran bolsa de palomitas de maíz'. Cada grano era como un churrasco. Tragaba y echaba palomitas de maíz a mi estómago que decía '¡Gracias, gracias!'. Estaba en el paraíso, caminando por ahí, hasta que dos tipos pasaron a mi lado y uno le dijo al otro: '¡Jesús!'. El otro dijo: '¿Qué pasa?' '¿Viste a ese tipo comiendo palomitas de maíz? Dios, era horrible.' Así que no pude disfrutar el resto de las palomitas de maíz. Pensé qué quisieron decir con eso de que 'era horrible'. Yo estaba en el paraíso. Supongo que era un poco cochino. Ellos siempre pueden distinguir a un tipo hecho mierda".

La prensa:
"Disfruto las cosas malas que se dicen sobre mí. Aumenta la venta de libros y me hace sentir malvado. No me gusta sentirme bien porque soy bueno. ¿Pero malo? Sí. Me da otra dimensión. Me gusta ser atacado. '¡Bukowski es desagradable!' Eso me hace reír, me gusta. '¡Es un escritor desastroso!' Sonrío más. Me alimento de eso. Pero cuando un tipo me dice que dan un texto mío como material de lectura en una universidad, me quedo boquiabierto. No sé, me aterra ser demasiado aceptado. Siento que hice algo mal".

El dedo:
(Levanta el dedo meñique de su mano izquierda) "¿Viste alguna vez este dedo? (El dedo parece paralizado en una forma de "L"). Me lo rompí una noche, borracho. No sé por qué, pero nunca se acomodó. Pero funciona perfecto para la letra 'a' de la máquina de escribir, y qué demonios, le agrega algo a mi personaje".

La valentía:
"A la mayoría de la gente supuestamente valiente le falta imaginación. Es como si no pudieran concebir lo que sucedería si algo saliera mal. Los verdaderos valientes vencen a su imaginación y hacen lo que deben hacer".

El miedo:
"No sé nada sobre eso".
(Se ríe.)

La violencia:
"Creo que, la mayoría de las veces, la violencia es malinterpretada. Hace falta cierta violencia. En nosotros hay una energía que necesita ser sacada. Creo que si esa energía es contenida, nos volvemos locos. La paz última que todos deseamos no es un área deseable. De alguna manera, no estamos destinados a eso. Por eso me gusta ver peleas de boxeo, y por eso yo mismo las protagonizaba en mi juventud. A veces se llama violencia a la expulsión de energía con honor. Hay locura interesante y locura desagradable. Hay buenas y malas formas de violencia. Es un término vago. Está bien si no se hace a expensas de otros".

El dolor físico:
"Con el tiempo uno se endurece, aguanta el dolor físico. Cuando estaba en el Hospital General, un tipo entró y dijo: 'Nunca vi a nadie aguantar la aguja con tanta frialdad'. Eso no es valentía. Si uno aguanta suficiente dolor, uno cede. Es un proceso, un ajuste. Pero no hay forma de acostumbrarse al dolor mental. Me mantengo lejos de él".

La psiquiatría:
"¿Qué consiguen los pacientes psiquiátricos? Una cuenta. Creo que el problema entre un psiquiatra y su paciente es que el psiquiatra actúa de acuerdo al libro, mientras que el paciente llega por lo que la vida le ha hecho. Y aunque el libro pueda tener cierta perspicacia, las páginas siempre son las mismas y cada paciente es diferente. Hay muchos más problemas individuales que páginas. Hay demasiada gente loca como para resolverlo diciendo: 'Tantos dólares por hora, cuando suena el timbre terminamos'. Eso sólo puede llevar a una persona un poco loca a la locura total. Recién empiezan a abrirse y a sentirse bien cuando el psiquiatra dice: 'Enfermera, arregle la próxima cita'. Todo es asquerosamente mundano. El tipo está ahí para quedarse con tu culo, no para curarte. Quiere tu dinero. Cuando suena el timbre, que entre el siguiente loco. Ahora, el loco sensible se va a dar cuenta de que cuando el timbre suena, significa que lo cagaron. No hay límites de tiempo para curar la locura, y no hay cuentas para eso, tampoco. Muchos de los psiquiatras que yo he visto parecen estar al límite ellos mismos, además. Pero están demasiado cómodos. Creo que el paciente quiere ver un poco de locura, no demasiado. Ah, los psiquiatras son totalmente inútiles. ¿Siguiente pregunta?".

La fe:
"La fe está bien para los que la tienen. Mientras no me la tiren por la cabeza. Tengo más fe en mi plomero que en el ser eterno. Los plomeros hacen un buen trabajo. Dejan que la mierda fluya".

El cinismo:
"Siempre me acusaron de cínico. Creo que el cinismo es una uva amarga. Es una debilidad. Es decir: '¡Todo está mal! ¿Entiendes? ¡Esto no está bien! ¡Aquello no está bien!'. El cinismo es la debilidad que evita que nos ajustemos a lo que ocurre en el momento. El optimismo también es una debilidad. 'El sol brilla, los pájaros cantan, sonríe.' Eso es mierda también. La verdad está en algún lugar entre los dos. Lo que es, es. Si no estás listo para soportarlo, joderse".

La moralidad convencional:
"Puede que no exista el infierno, pero los que juzgan pueden crearlo. Pienso que la gente está sobredomesticada. Uno tiene que averiguar lo que le pasa, y cómo va a reaccionar. Voy a usar un término extraño aquí: el bien. No sé de dónde viene, pero siento que hay un básico rasgo de bondad en cada uno de nosotros. No creo en Dios, pero creo en esta 'bondad', como un tubo dentro de nuestros cuerpos. Puede ser alimentada. Siempre es mágica, por ejemplo cuando en una autopista sobrecargada de tráfico un extraño hace lugar para que alguien pueda cambiar de mano... es esperanzador".

Sobre ser entrevistado:
"Es como ser arrinconado. Es vergonzoso. Por eso, no siempre digo toda la verdad. Me gusta jugar y burlarme un poco, así que doy información falsa sólo por el gusto de entretener y mentir. Así que si quieren saber algo sobre mí, no lean una entrevista. Ignoren ésta, también".

Bukowski, persiguiendo al dragón


Feliz cumpleaños número 90 Buk!!!





Me atrevería ha afirmar que las frases más famosas, el inicio de algún libro o historias universales se crearon bajo los efectos del alcohol, en un bar o en una esquina donde se derrumban los vagabundos. También que el estado etílico despierta pasiones y suelta la lengua más de lo debido, como si en ese estado recién uno podría decir “mírenme, yo también soy hermoso”. Alcohol y literatura siempre se llevaron de la mano, no sólo fue el caso de la Generación Perdida, ni de Vallejo o cuando Vargas Llosa publicaba algo bueno, nos remontaríamos a la época griega donde en honor a Baco se hacían fiestas interminables y se presentaban obras teatrales en su honor, o incluso antes.
 
El carácter se forja en el campo, y en el campo mueren los más valientes, o los más tontos. Personas que toda su vida se conforman con ser mediocres y otros que se levantan entre vísceras para decir “aún sigo vivo”. Bukowski es uno de estos casos raros, peleador, apostador crónico y sobre todo borracho. Vivió una vida muy al margen de lo considerado decente pero así fue feliz. Entre mujeres, cerveza y máquinas de escribir oxidadas escribió casi toda su obra. Mostró una sociedad en decadencia como la americana de la post guerra y la depresión económica. Escribió versos plagados de prostitutas y pájaros sedientos de whisky. En sus cuentos desarma al hombre, lo muestra demasiado humano y perverso como si no hubiera nada más bajo.
 
Charles Bukowski, cuyo nombre original era Heinrich Karl Bukowski, nació el verano de 1920 en la comuna de Andernach en Alemania. Su familia se mudó a USA luego de la debacle alemana por la primera guerra mundial. De niño fue maltratado por su padre y generó resentimiento hacia él, en palabras de Miller: Todos quieren matar a su padre alguna vez.
 
Sufrió de acné que le marcó el rostro como un queso suizo, lo que lo volvió hermitaño y duro desde adolescente. Relata en sus cuentos sus años en la escuela, como la enfermedad le impidió relacionarse con las mujeres de joven y la fealdad que él supo tenía marcada en su rostro. Se refugió desde joven en el alcohol y encontró su vocación entre botellas vacías, peleas con su padre, cigarros consumidos y eternas soledades: la escritura.
 
Tocar fondo es hermoso, la oscuridad trae la calma real, Bukowski lo sabía, la oscuridad es purulenta y la mínima luz es un resquebrajo de la realidad que sólo recuerda que detrás de ella las personas visten de traje y se vuelven semiautómatas hipnotizadas por una sociedad cada vez más cruel e hipócrita, donde se señalan con los dedos manchados de sangre unos a otros al lado de un cadáver.
 
Para muchos Bukowski es un escritor sobrevalorado, con personajes trillados y subnormales. Sus historias suelen ser violentas como en La máquina de follar donde el sexo con un robot es una de las pocas salidas para la soledad de su creador y al final termina por destruirlo. Para otros, como Sartre, era el mejor poeta de Estados Unidos. En un poema titulado Como ser un gran escritor Bukowski dice: “…quédate con la cerveza/la cerveza es continua sangre/ una amante continua”. Dejen a Bukowski sin alcohol y hubiéramos perdido a uno de los más grandes escritores del siglo pasado, déjenlo sin cerveza y no cabe duda que se hubiera suicidado.
 
Bukowski, con su realismo sucio es capaz de manchar nuestros ojos y aún así dejarnos con la sensación de estar leyendo algo bello, algo tan profundo como la vida y no la vida que se trata de comprar en una revista. En la que sus personajes toman personalidades lúdicas o desenfrenadas y sin querer podemos encontrarnos en éstos.
 
Una tarde llegó a su casa John Martín editor de Black Sparrow Press y le prometió 100 dólares de por vida a cambió que sólo se dedicara a escribir. Aquella tarde de 1969 Bukowski la recordaría con la siguiente frase: “tengo dos opciones, permanecer en la oficina de correos y volverme loco… o quedarme fuera y jugar a ser escritor y morirme de hambre. He decidido morir de hambre.”
 
Pasó a ser un autor de culto, muchos trataron y tratan de imitar su estilo furioso y desalmado pero fallan en el intento. Soez, desagradable, con un rostro marcado, se sentaba con su abultado vientre a dar entrevistas y eructar frente a una cámara. Tantas noches bebiendo, drogándose y escribiendo lo volvieron monumental. El chico malo de la Generación Beat era un impresentable pero nadie le quitaba ese misterio, esa admiración que generaba verlo aún en pie con su cerveza Miller y diciendo que la fama es la destructora más grande de todos los tiempos a un Sean Penn a sus pies.
 
Bukowski, como otros escritores, se dejó llevar por sus demonios interiores y a través del alcohol y otros vicios los catalizó hacia un papel, y allí los dejó, matándose unos a otros y muchas veces saltando a la vida misma, como un dragón que no quiere ser atrapado.

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